lunes, 29 de febrero de 2016

La Argumentación




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Lee este texto (extraído del libro de Víctor Moreno.Dale que dale a la lengua):

QUERIDA MATHILDA

" Hace unos días tuve una prolongada conversación telefónica con mi hermano.Hasta el día de hoy jamás ha poseído un aparato de televisión y, tanto él como su mujer, sobre todo ahora que tienen la niña, están muy en contra de la idea de adquirirlo.Pero alrededor de ellos se eleva un coro de protestas; amigos y parientes dicen: " No podéis criar a la niña como si viviese en el siglo pasado. El mundo va hacia adelante y ella debe seguir el paso de los tiempos."Naturalmente, quería saber mi opinión. Antes de contestarle he reflexionado largamente.
Pensando en los hijos de mis amigos, casi todos criados sin televisor o con una utilización drásticamente limitada de éste, pensando en su curiosidad, en su vivacidad y en su apertura hacia el mundo, al fin aconsejé a mi hermano que postergase tal adquisición o que , a lo sumo, comprase algún visor de casetes para dibujos animados.
Este rechazo, por otra parte compartido por muchas personas,puede ser considerado como una especie de oscurantismo medieval. Efectivamente, la modernidad y todo aquello que ésta implica es uno de los tabúes de nuestro tiempo, y ponerse en su contra siempre provoca críticas escasamente benévolas.Sin embargo, ante el escándalo de las críticas, yo percibo un escándalo mucho más grande, que es el escándalo de la infancia.
¿Y qué es el escándalo de la infancia? Siempre he estado convencida de que la infancia encierra en sí una gran fragilidad y una gran fuerza, y que dicha fragilidad ha de ser tutelada. Pero este sentido de tutela se ha perdido:ya nadie tutela a nadie. Y los niños, abandonados sin control a lo peor que la cultura humana ha sabido expresar, se han convertido en míseras parodias de unos adultos míseros de por sí.Verlo todo, saberlo todo cuando este todo corresponde en gran medida a violencia, vulgaridad, abuso de poder, no hace bien al niño,no lo vuelve más fuerte, ni más preparado para la vida.
Escandalizar a los niños, quiere decir presentarles un mundo sin luz alguna, ni alegría, ni poesía. Quiere decir apagar en ellos la esperanza, la capacidad de imaginar un sentir distinto del que se les impone.Quiere decir entregarlos a un mundo que ha decidido qué hacer con ellos: unos compradores-imitadores y sumergidos en un universo gris y desprovisto de cualquier horizonte en el que la única ley que tiene valor es la del placer y del derecho personal.
La televisión es la reina indiscutida de nuestro país. Desde la mañana hasta la noche se desencadena en nuestras casas con programas que son, en la mayor parte de los casos, cada vez más feos y cada vez más estúpidos; también se desata en las primeras páginas de los periódicos, a menudo pasando por encima de noticias mucho más importantes.
Pese a que en la actualidad haya autorizados estudios sobre el hecho de que una televisión hace daño-y,sobre todo, hace daño a lo niños_, sigue siendo arriesgado sostener que uno está contra la televisión.
La televisión, según se afirma, es neutra:es un instrumento y ha de ser considerada un instrumento; no es verdad, se subraya, que la televisión aplaste o inquiete a los niños:todo lo contrario, los estimula, los enriquece, los vuelve más conscientes y más dueños del tiempo en que viven. "mi hijo", proclama con orgullo el periodista de turno entrevistado, "adora la televisión. Pasa de la televisión al ordenador como yo pasaba del balón a la bicicleta".
De tal suerte, una verdad parcial_la experiencia del hijo de un periodista_ se convierte en una verdad universal: a todos los niños la televisión les hace bien.Así se olvida que la mayor parte de los niños viven ante la pantalla, en un estado de total abandono y sin ninguna clase de explicación, sin tipo alguno de alternativa.
Si queda como única maestra, la televisión educa para la pasividad, apagando el deseo de explorar, de saber:la curiosidad. Cuando ya no hay curiosidad, inevitablemente la sustituye el tedio. ¿Qué clase de vida es una vida atenazada por ese sentimiento? ¿A quién se la podríamos desear? ¿A las nuevas generaciones?"

( S. Tamaro,Querida Mathilda. Ed. Seix-Barral)


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